«Tu última conexión fue hace cinco minutos y yo
te envié un Whatsapp hace diez, ¿por qué no me has contestado? ¿qué
estabas haciendo?». Esta frase, en todas sus variantes posibles, se ha
convertido en una de las preguntas más temidas del momento. Precede,
inquisitoria, a la tormenta de una seguramente interminable discusión
provocada por en es un claro ejemplo del comienzo de una discusión
provocada por la condenatoria dinámica de uso del Whatsapp. Ya saben: mensaje enviado, un check; mensaje recibido (que no leído), doble check; última conexión, en línea, etc.
Las nuevas tecnologías, relacionadas directamente
con las nuevas formas de comunicación, se han convertido en una
herramienta indispensable en nuestro día a día, haciendo más fuidas
nuestras interacciones sociales, pero convirtiéndose en una inacabable
fuente de problemas en cuanto a relaciones personales, sobre todo de
pareja. Un alarmante dato da fe de ello. Un informe llevado a cabo por
el diario CyberPsychology revela que al menos 28 millones de relaciones se rompen por causa del Whatsapp y las redes sociales como Facebook.
Este bache sentimental ya ha sido bautizado como
«síndrome del doble check» o última conexión, haciendo referencia al
pequeño visto bueno que aparece en pantalla cada vez que se envía un
mensaje a través del popular servicio de mensajería y que se convierte
en una marca doble cuando el mensaje es recibido correctamente por el
dispositivo del destinatario. Uno de los grandes problemas -aunque no el
único- surge concretamente aquí, cuando el usuario cree erróneamente
que ese segundo visto bueno significa que mensaje ha sido, además de
recibido, leído.
El otro problema tiene peor justificación: la
infalible hora de última conexión. Para aquellos que no lo sepan, el
Whatsapp informa en la parte superior de cada conversación individual
del momento exacto en el que la otra persona ha visualizado los
mensajes. Si está conectado, indicará que nuestros interlocutor está «en
línea». Que el otro sepa a que hora has dejado de usar Whatsapp
puede convertirse en un problema dificil de sortear que, normalmente,
acaba convirtiéndose en recproches del tipo «Anoche después de darme las
buenas noches estuviste 'en línea' hasta tarde ¿con quién hablabas?».
Ante esta incómoda exposición de lo que uno hace o
deja de hacer, la compañía de mensajería isntantánea habilitó hace un
tiempo la opción de desactivar la última conexión para que nuestros
contactos no puedan ver cuándo nos conectamos por última vez. Sí pueden
controlar, en cambio, cuando estamos «en línea», pero en el momento en
el que salimos de la aplicación dejan de recibir pistas sobre nuestros
pasos en el chat. ¿Desventajas? Si ocultamos nuestras últimas conexiones
tampoco podremos ver las de nuestros contactos.
Otros riegos que planean sobre esta compleja
dimensión virtual que ahora afecta a las pareja son el uso de las redes
sociales como Facebook o Twitter. La publicación de fotos y otras
informaciones en la red ya han propiciado más de una y de dos rupturas.
La conclusión que inteligentemente puede sacarse de este estudio es
encarar las relaciones amorosas desde la perspectiva tradicional,
intentando no obsesionarse son dobles checks, últimas conexiones o
actualizaciones con dobles sentidos que no provocan nada más que
quebraderos de cabeza.
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